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Don’t hit back; discover beauty in everyone. If you’ve got it in you, get along with everybody. Don’t insist on getting even; that’s not for you to do. “I’ll do the judging,” says God. “I’ll take care of it.”
Romans 12:17-19 MSG

 

Muchas circunstancias en la vida no son justas. Por lo menos no ante nuestros ojos. Todos hemos enfrentado de una u otra forma el sentimiento de frustración, ira, tristeza, desolación o abandono, que produce la injusticia. Pero, ¿cómo reaccionamos ante una situación en la que esta injusticia nos pega un puño en la cara y luego nos espera a ver como devolvemos el golpe?

Mi orgullo, una muestra de mi naturaleza humana descompuesta, se interpone en el camino para superar la injusticia y vencer con el bien el mal. Mi orgullo quiere la revancha, la retaliación, la escalada de dolor, en donde el otro sufra del mismo sentimiento que yo he sufrido. Y eso no sirve de nada. El dolor no puede repetirse. No es un sello que puede estamparse en el corazón del otro. El dolor es único y al mismo tiempo universal. Podemos entender que el otro sufre, pero nunca podremos sufrir su dolor. Y por lo tanto, eso que hemos sufrido jamás podremos hacer que el otro lo sufra. Y aún así, el orgullo se entromete para mantener vivo ese dolor que siento al provocárselo al otro.

Pero el dolor no debería ser continuo, ni debería extenderse al otro como forma de justicia. Ese es el lugar del amor. El amor extendido como pago a la injusticia detiene el derrame incesante de dolor en este mundo tan adolorido. El amor tapona la herida, sana y perdona. Da una oportunidad para hacerlo mejor la próxima vez. Brinda una salida sin rencor.

Más el amor, así como el dolor, no puede darse si no se ha recibido. Somos envases vacíos que necesitan ser llenados. Y es allí donde el origen y la esencia de la palabra amor cobra sentido. Dios es amor. Así se define a si mismo. Y no solo eso, sino que así actúa, ofreciéndose a si mismo para llenarnos de él.

Requerimos, entonces, de una intervención divina que nos llene el tanque con amor y nos sane del dolor. De esta forma, si la injusticia golpea con toda su fuerza y sentimos que debemos responderle de manera contundente, el amor es la mejor manera de ganarle la pelea por “knock-out”.

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