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Desencanto

Desencantarse puede resultar en tragedia.

Tengo la tendencia a dejarme deslumbrar por lo novedoso y extraño. Sé de personas a las que esto les produce ansiedad o temor. Más a mi, me dan esperanza de un futuro que cambia y se ajusta — no siempre para bien.

Añadido a mi experiencia de vida, están miles de cosas que me encantaron, y con muchas de las cuales cargo hasta ahora. Por ejemplo: El café fresco, recién molido, con tostión media y de origen latinoamericano.

Otras, las he descartado por el simple hecho de que eran un espejismo, una joya de hojalata, un discurso de mercante inescrupuloso. Hace mucho tiempo creía que la educación superior era la única forma de sobresalir a la hora de buscar el reconocimiento y un salario generoso, ó que de lo contrario, debería emprender y de esa forma ser libre y decidir mi salario basado en mi propio esfuerzo. El desencanto apareció no mucho después. A la mitad de mis estudios universitarios, recibí ofertas de trabajo que me encantaron para dejar a un lado mi formación. Pero el desencanto llegó cuando tuve que cumplir horario, seguir ordenes con las que no estaba de acuerdo y pensar que mi compensación debería ser mayor. Dejó mi estudios a un lado y el trabajo asalariado, para ser encantado por mi lado emprendedor con la idea de ser millonario en poco tiempo. Si no lo sabes, de esta idea también me desencanté luego de muchos intentos fallidos. No era tan fácil, ni tan rápido. El desencanto fue devastador. Tuve que regresar al mercado laboral y al rato recibir una oferta muy generosa que solo podía tomar si terminaba mis estudios. Así que luego de 5 años, tuve que volver al salón de clases a retomar lo que consideré sin valor.

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